Un perro te cambia la vida cuando más lo necesitas

Un perro te cambia la vida y a partir de los 50, todavía más, para mejor.

Índice
  1. Para entonces, yo ya rozaba los 60 años.
  2. Hace un año y medio, en un ataque de locura transitoria, me enamoré de un cachorrito de Pinscher de pocos días.
  3. ¿Quién se resiste a coger un cachorrito que ni ha abierto los ojos?
  4. Hay días en los que he deseado no levantarme, ponerme el mundo por montera y pasarme el día en la cama.
  5. Todo empieza por un Sherlock, pero puede continuar con lo que tú quieras.
  6. El mundo está lleno de oportunidades a tu medida. Solo tienes que hacerlas realidad.

Siempre he tenido perros y gatos. Sí, en plural, más de uno y más de dos. Y más animalitos: conejos, chinchillas, cobayas, serpientes, lagartos, un erizo, tortugas de agua y de tierra, un camaleón. En fin, cualquier cosa que mis hijos encontraran perdido por la calle o el campo, acababa en casa. Éramos un pequeño zoológico.

Tal vez porque en casa de mis padres lo único que conseguimos tener fue un canario (mi madre no quería ningún “bicho” en casa) crecí con la idea de que, cuando tuviera mi casa, tendría un montón de animales.

Y, así lo hice. En cuanto me independicé a los 18 años, lo primero que hice fue meter un perro en mi vida. Una cachorra de pastor alemán, tan pequeña que me cabía en una mano y que era adorable. Se llamaba Diana y tuvo una vida larga y feliz.

Pero Diana no fue la única, después vendría un gatito abandonado al que llamé Jeremías porque no paraba de maullar lastimeramente en sus primeras semanas de vida.

Luego llegaron los niños. Y más perros y más gatos. De hecho, cada uno de mis hijos tenía “el suyo” propio.

Recogíamos cualquier perro, gato o de cualquier otra especie al que encontrábamos abandonado. Por suerte, teníamos espacio, ya que una vez llegamos a juntarnos con 32 entre perros y gatos.

Me explico, porque estoy loca, pero no tanto. La cosa fue que, por esas casualidades de la vida, en las que yo no creo, algunos de los animalícos que habíamos recogido, hembras claro, venían preñadas y en pocas semanas empezaron a parir.

Fue una experiencia extraordinaria, pero no sabíamos qué hacer con tanto bicho.

Por suerte, pudimos ir dándolos en adopción y nos quedamos solo con los que ya teníamos: siete perros y bastantes gatos (nuestros, lo que se dice nuestros, eran solo cuatro, pero se traían a los amigos a comer a casa).

En aquella época, la cosa era bastante fácil de sobrellevar, éramos muchos en casa y la tarea de sacar a los perros no me correspondía. Lo mío era ocuparme de la comida y de los temas veterinarios.

Para cuando mi hijo pequeño, el último en irse de casa, se fue a Londres a vivir su vida a los 19 años, de repente, todos los cuidados de los perros y de los gatos recayeron sobre mí.

Para entonces “solo” tenía un pastor alemán, mezcla de lobo y de tamaño gigante, pero más tranquilo que un perro pachón. Había sido abandonado de cachorro y está siempre pegado a mí desde que lo acogí.

Para entonces, yo ya rozaba los 60 años.

De repente, tenía que encontrar tiempo para sacar al perro a pasear. También tenía tres gatos, pero ellos, en ese sentido, no lo necesitan.

Ya, bueno ¿y por qué te cuento mi vida?

Sigue leyendo que esto te va a interesar, no seas impaciente.

Con Byron, que así se llama mi perro, Lord Byron, en realidad, pero para acortar, las cosas son bastante fáciles. Pero….

Hace un año y medio, en un ataque de locura transitoria, me enamoré de un cachorrito de Pinscher de pocos días.

En realidad, quien iba a por un cachorro era una de mis hijas, yo no tenía ninguna intención de complicarme la vida con otro perro y menos aún de raza pequeña. Pero, como es inevitable, vas cogiendo los cachorros que te van poniendo en los brazos sin poderte resistir.

¿Quién se resiste a coger un cachorrito que ni ha abierto los ojos?

Uno de ellos, parecía un rottweiler en miniatura. Fue amor a primeraSherlock nuestro flechazo vista. El cachorrito se abrazó a mi mano con sus cuatro patitas y empezó a chuparme el dedo pulgar.

Ya no lo solté. En ese momento surgió una especie de flechazo y el cachorrito se vino conmigo, mientras yo me maldecía interiormente a mi misma por meterme en ese lío.

Para empezar, los perros pequeños nunca me han gustado porque son muy ruidosos. Deben compensar la falta de tamaño con el exceso de ladridos, digo yo. Además, un perro de estos puede llegar a vivir casi 20 años, casi que más de los que me quedaban a mí, en el mejor de los casos.

No era para nada razonable ni entraba en mis planes. A Byron le quedaban nos pocos años (espero que muchos, pero hay que ser realista) y tenía mis gatos.

Pero, mi pequeño rottweiler en miniatura se vino pa casa.

Le puse de nombre Sherlock Holmes. La intención era ponerle Sir Arthur Conan Doyle, el amigo de Lord Byron y autor de las célebres novelas del detective, pero me pareció demasiado largo. ¿Cómo iba a llamarle sin que se enfriara la sopa antes de terminar con su nombre? Acabaría con Arthur, Conan o vete tú a saber. Así que Sherlock Holmes, dada su raza, además, me pareció más que apropiado.

Sherlock rottweiler miniaturaSherlock acaparó enseguida mis días y mis noches. Le tenía que dar el biberón cada tres horas. De día y de noche. Le tenía que limpiar para mantenerle limpito. Masajearle la barriga y, en fin, ya sabes, todo lo que necesita un cachorro.

Se acabó la tranquilidad.

Ha pasado un año y medio. No te voy a contar todo lo que ha pasado durante este año y medio porque tengo para escribir un libro. Pero, imagínate la peli de Beethoven, el perro, redúcele el tamaño y tendrás una idea bastante aproximada de lo que el terremoto Sherlock ha supuesto en mi vida.

Poco a poco y con paciencia infinita de adiestramiento se ha ido calmando… un poco, que tampoco hay que exagerar.

Pero, en lo que no ha cambiado en absoluto es en que, cuando él dice que hay que levantarse, ni, aunque te pongas la almohada en la cabeza, te deja seguir durmiendo. Te saca de la cama sí o sí.

Antes y durante ese año y medio, mi vida también ha pasado por una especie de crisis. Esa que me ha llevado a renovarme profesionalmente y de la que te hablo en la Home de la web.

Hay días en los que he deseado no levantarme, ponerme el mundo por montera y pasarme el día en la cama.

Estaba cansada física y, sobre todo, mentalmente de tanto darle vueltas a la cabeza.

Sabía que el cambio radical me convenía, pero yo misma me ponía los límites y las excusas para no hacerlos. El cerebro me echaba humo. Cambiaba de opinión cada media hora más o menos. Tan pronto me ilusionaba, como me decía a mi misma que estaba loca y que, no me estaba enterando, de que ya tenía una edad como para no empezar con experimentos.

El cambio radical lo hice y no me arrepiento, es la mejor decisión que he tomado. Ahora tengo mucho trabajo.

Y, sí hay días, que me apetece quedarme en la cama cuando llega un finde y dormir un día entero. Pero, ahí está Sherlock que no se entera de que es fin de semana y que toca diana sea el día que sea. Me lame, me da con la pata, mete el morro por debajo de la almohada que me pongo encima de la cabeza y me lame la nariz, estira de las sabanas. Hasta que, maldiciendo, eso sí, me tengo que levantar porque es insoportable.

Luego, como el muy mamón viene a hacerme carantoñas, no me queda más remedio que acariciarle y achucharle con el mismo amor infinito que él me demuestra.

Ya no se parece en nada a un rottweiler, es un Pinscher casi adulto, precioso, cariñoso y juguetón como él solo. Y tozudo como una mula también.

Esta mañana de sábado, intentando dormir un poco más sin conseguirlo, he pensado en todas esas personas que tienen mi edad o un poco menos o un poco más, tanto da, los de la Edad Plateada con la que nos han bautizado y que se pasan la mitad de los días sin salir de la cama porque no tienen ningún objetivo en la vida.

Y se me ha ocurrido que, si esas personas, tuvieran un Sherlock en su vida, no tendrían más remedio que levantarse sí o sí. Créeme, es imposible ignorarle.Sherlock y Byron Ni siquiera Byron, al que la edad empieza a notársele, puede seguir durmiendo. Nos despierta a todos con sus ganas de jugar. Ni los gatos quedan exentos.

Chicos y chicas que pasáis de los 50 y que estáis en fase de “todo me da igual”. ¿Por qué no ponéis un Sherlock en vuestra vida?

Si ya sé, un perro no es la solución. Eso es lo que te van a decir la gente que no tiene perro, los que piensan que eres muy mayor para eso y un montón de “enteraos” que saben mejor que tú lo que les conviene. O eso se creen ellos. Pero, quien sabe lo que te conviene eres tú. Y si no lo sabes, no es quedándote en la cama horas y horas o, incluso días enteros, como lo vas a saber.

Cuando tu perro “te levante”, vas a tener que vestirte para sacarlo a pasear. Y, cuando salgas ahí afuera, te dé el aire y el sol, juegues con tu perro y te cruces con otras personas en el camino, vas a volver con “las ideas cambiadas”, con el ánimo cambiado. Con la mente despejada para poder pensar.

Sherlock es un cabrón que no me deja dormir una sola hora de más ni aun siendo fin de semana. Pero es un cabrón adorable que, en mis momentos másByron mi compañero fiel oscuros, me ha hecho sentir viva. A Byron le adoro, es mi fiel compañero desde hace 11 años, pero está tan mayor como yo y lo de dormir más también le viene muy bien. Sherlock tampoco le deja, así que, de alguna manera, también le mantiene joven, haciéndole jugar, aunque no tenga malditas las ganas.

Tenemos nuestros años, eso lo pone en el carnet de identidad, pero nuestra vida no está acabada. Quizás necesitamos un Sherlock que nos obligue a levantarnos cada día. Pero, una vez en pie, necesitamos un objetivo.

Todo empieza por un Sherlock, pero puede continuar con lo que tú quieras.

Tu objetivo debería ser vivir. Vivir lo mejor posible. Ser feliz haciendo lo que te dé la real gana. Y, si para ello necesitas un Sherlock, pon un Sherlock en tu vida.

Sherlock y ZeusO pon lo que quieras. Algo que te obligue a levantarte cada mañana y sentir que tienes mucho por hacer.

¿Qué te falta trabajo o dinero? Pues lo consigues. No lo busques, créalo para ti.

El mundo está lleno de oportunidades a tu medida. Solo tienes que hacerlas realidad.

Mi objetivo, ya lo sabes, es que vivas, más y mejor. Yo te puedo dar las ideas. Tú las llevarás a la práctica.

Como dice el refrán, cada roto tiene su descosido. Una frase muy tonta para decir que cada persona, según sus circunstancias, puede encontrar algo que se adapte a sus necesidades y le permita vivir bien.

¿No me crees?

Habla conmigo. Si de verdad quieres salir adelante yo te ayudaré como he ayudado a muchas personas ya. Si me vas a contar dramas y excusas no contactes conmigo, aun no tienes el perfil necesario para ser ayudado/a. Quizás, aun no has tocado suficiente el fondo. Para salir hacia arriba, hay que impulsarse desde el fondo del pozo.

Cuando lo decidas, te espero, contáctame.

 

 

 

 

 

Rosalia

Psicóloga Gestalt, Hipnóloga y Coach de pareja. 40 años ayudando a personas a encontrar su pareja ideal y como llevar su relación hacia una estabilidad duradera.

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